La semana pasada, la multinacional española de telecomunicaciones Telefónica anunció que despedía a más de 5.000 trabajadores en toda España. Esto representa aproximadamente un tercio de sus 16.000 empleados.
Los despidos se suman a los 6.830 despidos entre 2011 y 2013, después de que 11.300 trabajadores fueran despedidos entre 2015, 2019 y 2021. En 12 años, Telefónica ha eliminado a más de la mitad de su plantilla. En 1992 trabajaban en Telefónica 74.437 personas, 60.000 más que tres décadas después.
Telefónica es la quinta empresa de telecomunicaciones del mundo y la segunda de Europa detrás de Vodafone, con operaciones en Europa y América Latina. En España, es la cuarta empresa por ingresos y presencia en el mercado, por detrás de la textil Inditex (Zara, Bershka, Massimo Tutti, Bull&Bear y Lefty’s) liderada por el multimillonario Amancio Ortega y los bancos Santander y PPVA.
A diferencia de las tres últimas rondas de despidos de 2015, 2019 y 2021, que se implementaron mediante renuncias voluntarias y jubilaciones anticipadas, Telefónica volverá al plan de despidos que utilizó en 2011, su ERE (Expediente de Regulación de Empleo) que permite a las empresas realizar despidos colectivos basados en razones “objetivas” como crisis económicas, innovaciones tecnológicas, cambios organizativos y aumentos de productividad.
Esto permite a las empresas reducir las indemnizaciones y ahorrar dinero al no tener que seguir pagando seguros médicos y planes de pensiones. Además, a diferencia de las renuncias voluntarias, los trabajadores no pueden impugnar su despido.
La destrucción de empleo anunciada poco tiene que ver con los resultados económicos de la compañía entre 2013 y 2022. En todo este periodo, Telefónica obtuvo un beneficio de 32.000 millones de euros. Mientras tanto, el salario medio de un empleado se redujo en 2.000 euros durante este período.
El pasado mes de junio, Telefónica anunció que había alcanzado un beneficio neto de 462 millones de euros en el segundo trimestre de este año, un aumento del 44,5 por ciento respecto al mismo periodo de 2022. Este ERE permitirá a Telefónica ahorrar entre 200 y 400 millones de euros en salarios.
Telefónica afirma que el ERE busca abordar el «excedente funcional» de trabajadores que ya no son necesarios debido a las mejoras tecnológicas o la desaparición de servicios como el cableado telefónico de cobre. Sin embargo, este proceso debería situarse en el contexto del impulso hacia la rentabilidad de las empresas de telecomunicaciones en toda Europa, donde se esperan 100.000 despidos en los próximos años.
Es un sector con una feroz competencia entre empresas, especialmente por la aparición de operadores de bajo coste. Un resultado es una guerra de ofertas para bajar los precios para los clientes y aumentar la participación de mercado. Las empresas necesitarán sumar inversiones multimillonarias en fibra óptica y 5G.
Los despidos anunciados buscan cargar todos estos costos sobre las espaldas de los trabajadores mediante la reducción de trabajadores y salarios y el aumento de las condiciones laborales peligrosas. Ésta es la razón por la que Telefónica prefiere despedir a sus trabajadores en lugar de volver a formarles en otros puestos. Empresas como Telefónica planean ampliar sus beneficios gracias a esto.
El anuncio de Telefónica es parte de una ofensiva global contra los trabajadores de las telecomunicaciones. La empresa británica BT Group (anteriormente British Telecom) anunció planes para eliminar entre 40.000 y 55.000 puestos de trabajo esta década, entre el 30 y el 42 por ciento de su fuerza laboral. La empresa finlandesa Nokia eliminará 14.000 puestos de trabajo y la británica Vodafone eliminará 11.000 puestos de trabajo, el 10 por ciento de su fuerza laboral. La sueca Ericsson eliminará 8.500 puestos de trabajo y Virgin Media 02 (filial de Telefónica en Reino Unido) 2.000, mientras que Deutsche Telekom y la sueca Telia han anunciado pérdidas de 1.650 y 1.500 puestos de trabajo respectivamente.
La naturaleza universal del ataque capitalista a los trabajadores muestra que los trabajadores de las telecomunicaciones en todas las organizaciones sólo pueden proteger los empleos y las condiciones de vida a través de una lucha coordinada internacionalmente. Pero los sindicatos procapitalistas se oponen a esa lucha global.
En España en las últimas décadas se han negado a organizar protestas contra los despidos masivos de Telefónica o los más de 4.000 puestos de trabajo destruidos por los dos mayores operadores españoles, Vodafone y Orange.
Los dos principales sindicatos de España, Comisiones Obreras vinculadas a Sumer (CCOO) y la Unión General de Trabajadores Socialdemócratas (UGT), han dejado claro que no tienen intención de impugnar el ERE de Telefónica. Al momento de escribir este artículo, no han convocado ninguna protesta ni ninguna otra acción significativa. En cambio, han dejado claro que aceptarán un brutal plan de despidos.
La UGT, el mayor sindicato de Telefónica, ha dicho que «cualquier plan de despidos requeriría la firma de un nuevo contrato… una duración mínima de 3 años que protegería a los trabajadores y sus condiciones laborales y económicas». Es decir, UGT acepta el ERE a cambio de determinadas concesiones simbólicas, que no evitarán nuevos despidos en el futuro.
Desde CCOO, la responsable de acción sindical del sector de las telecomunicaciones, Ramona Piñeros, valoró positivamente los despidos. Estuvo de acuerdo con las afirmaciones de la empresa: «Es cierto… mucho trabajo ha quedado inactivo».
Rechazando cualquier alternativa u oposición, resumió perfectamente el papel de los sindicatos. Su papel no es proteger los empleos, sino trabajar con las empresas para reducirlos. «En este caso, nuestro trabajo será lograr mejores condiciones para las personas que se aprovechen de los despidos», afirmó.
Los sindicatos han alimentado un frenesí nacionalista, buscando minimizar los ataques contra «sus propios» trabajadores y apoyando ataques contra otros países. Esta perspectiva condenada al fracaso divide a los trabajadores a nivel nacional y da a las corporaciones vía libre para implementar su agenda corporativa.
Cuando Vodafone anunció en mayo 11.000 despidos, la citada Ramona Piñero de CCOO calificó la noticia de «globo de investigación» y añadió que «la explicación que dan da poca tranquilidad». Los sindicatos españoles dijeron que la empresa había obtenido garantías de que los despidos en España no estarían entre los 11.000 que planea realizar a nivel mundial, que confirmó que se impondrían en el Reino Unido, Italia, Alemania, India, Egipto y Hungría.
Si los sindicatos funcionan en la práctica como un subsector de la gestión de recursos humanos, especializándose en el seguimiento de los trabajadores, entonces el papel de la pseudoizquierda Sumer, personificada por su líder y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, no es muy diferente.
En una entrevista La Sexta El lunes, Diyas afirmó: «Cuando tenga el ERE sobre la mesa lo voy a evaluar y reunirme con las partes para conocerlo». Díaz es muy consciente de que su ministerio no tiene poder de veto sobre los ERE, gracias a la reforma laboral del derechista Partido Popular en 2012, que él mismo amplió el año pasado. Este año se han producido 25.000 despidos colectivos a través de ERE, frente a los 24.215 del año pasado, y ni Díaz ni Sumar se opusieron a las medidas.
Para salir de la impotencia impuesta por los sindicatos, los trabajadores deben movilizarse independientemente de las burocracias y sumaras sindicales. La quiebra de los sindicatos y la crueldad de la clase dominante contra los trabajadores de las telecomunicaciones resaltan la necesidad de que los trabajadores se unan internacionalmente. La alternativa, como explicó el Comité Internacional de la Cuarta Internacional, era construir una alianza laboral internacional de grupos de base movilizados en la lucha por los principios socialistas contra la explotación y la guerra imperialista.
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