Miles de manifestantes en la capital sudanesa exigieron justicia esta semana por la masacre de Jartum en 2019 que mató a más de 100 personas.
El jueves, los manifestantes exigieron al gobierno que responsabilice a las Fuerzas de Apoyo Rápido, una unidad de seguridad, por la represión violenta de las protestas de hace dos años.
El miércoles por la noche, el ejército sudanés comenzó a restringir el acceso al área alrededor del cuartel general militar donde ocurrieron los asesinatos.
En un comunicado de prensa con motivo del aniversario, el primer ministro de Sudán, Abdullah Hamdok, describió lo que describió como una relación compleja con las diversas agencias de seguridad del país, que según la constitución están bajo la autoridad de su homólogo militar.
Hamdok dijo que esta relación retrasó la investigación y que el gobierno estaba en conversaciones para reparar esta relación.
El analista político Shawki Abdel-Azim dijo que la falta de justicia en la dispersión de la sentada aumentó la tensión.
Los activistas compartieron videos del ataque de junio de 2019 que mostraban convoyes de seguridad fuertemente armados cerca de los campamentos de manifestantes.
Abbas Mohammed, un analista político con sede en Qatar, dijo que creía que las acusaciones podrían amenazar la frágil transición del país a la democracia.
Muhammad dijo que las demandas de los familiares de las víctimas de la masacre todavía están vinculadas a agendas políticas. Señaló que sus protestas estaban dirigidas únicamente a las Fuerzas de Apoyo Rápido, no a otras fuerzas regulares como el ejército y otras fuerzas de seguridad que también deberían ser objeto de investigación.
Apareció durante la era de Al-Bashir.
Las controvertidas Fuerzas de Apoyo Rápido surgieron durante la guerra de Darfur de 2003 bajo el ex dictador Omar al-Bashir. Las fuerzas se han vuelto más grandes a lo largo de los años, han participado en la guerra de Yemen en nombre de Arabia Saudita y, supuestamente, han estado involucradas en la guerra de Libia.
Después de que al-Bashir fuera expulsado de Sudán en 2019, altos líderes de las Fuerzas de Apoyo Rápido llegaron a un acuerdo de reparto de poder con representantes militares y civiles.
En marzo de 2021, Human Rights Watch alegó que RSF había cometido numerosos abusos e instó al gobierno de transición a abordar la creciente fuerza de la unidad.
Estados Unidos también pidió a Sudán que incluya a todas las milicias y entidades armadas en un solo ejército controlado por un gobierno liderado por civiles.
Mientras tanto, el fiscal sudanés presentó su dimisión en mayo sin dar explicaciones.
El primer ministro sudanés pidió al funcionario encargado de investigar los asesinatos de 2019 que estableciera un plazo para publicar los resultados. Los manifestantes dicen que intensificarán sus manifestaciones si el gobierno retrasa los resultados de la investigación.
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